En la actualidad, la extracción de petróleo en México enfrenta múltiples desafíos que han mermado su capacidad productiva. Este panorama subraya la necesidad de destinar fondos hacia la exploración petrolera y el desarrollo de infraestructura en la industria del petróleo, donde la inversión extranjera surge como una vía para revitalizar el sector.
En este artículo exploramos el estado actual de la industria petrolera mexicana, así como las prácticas con el potencial para transformar las tendencias a la baja en el sector y reconquistar la competitividad productiva de la extracción de petróleo en México.
En México, el modelo extractivista se ha llevado hasta las últimas consecuencias. Históricamente, la economía nacional ha dependido casi por completo de la capacidad de la industria nacional para extraer petróleo y exportarlo al mercado global, una realidad con severas implicaciones ambientales y sociales.
Hoy en día, tras varias décadas de altos retornos, la explotación de petróleo está perdiendo tracción en México. La escasa exploración petrolera, los cambios en las políticas nacionales e internacionales y los desafíos socioeconómicos actuales tienen como consecuencia un descenso significativo en las tendencias de producción y extracción de hidrocarburos.
Además, los pozos que cimentaron el estatus de México como productor de petróleo están flaqueando. El yacimiento Cantarell, en Campeche, disminuyó su producción un 93% desde que alcanzó su punto máximo en 2004 con más de 2 millones de barriles al día.
En respuesta a estos desafíos, en 2013 el gobierno mexicano comenzó a liberalizar sus políticas petroleras para recibir inversión extranjera destinada hacia la exploración petrolera en aguas profundas, con la esperanza de estabilizar el nivel de producción nuevamente.
Sin embargo, permanece la necesidad de desarrollar la infraestructura de la industria petrolera nacional para que pueda cumplir sus objetivos de manera eficiente y responsable.
Descubrimientos recientes de campos potenciales de gas y petróleo en las tierras, costas y aguas mexicanas han mejorado la expectativa para la extracción de hidrocarburos a futuro, pero es fundamental invertir en exploración e infraestructura para que la industria petrolera nacional pueda alcanzar las ambiciosas metas de producción en los próximos años.
La inversión en el desarrollo de estos hallazgos, así como en la exploración petrolera, permitirá que nuevos campos contribuyan a la producción de hidrocarburos en el país.
De la misma manera, los proyectos de Recuperación Mejorada de Petróleo (EOR) se proponen como un mecanismo efectivo para frenar el declive natural de los campos maduros por medio del mantenimiento y reacondicionamiento de viejos yacimientos.
Entonces, la exploración petrolera, la recepción de inversión extranjera y el desarrollo de la infraestructura de producción son algunas de las principales estrategias que se plantean como vías para recuperar la competitividad del país en el sector energético y asegurar el crecimiento sostenible de la industria petrolera nacional en el largo plazo.
El caso de Guyana demuestra que todo es cuestión de perspectiva, toma de decisiones y determinación de crecimiento. Este pequeño país en la costa de Sudamérica, con menos de un millón de habitantes, alcanzó un ritmo de producción de 660 mil barriles diarios tan solo diez años después de su primer descubrimiento en el bloque Stabroek, que hoy se prepara para recibir inversión extranjera en el desarrollo de un sexto proyecto multimillonario.
Algunos expertos estiman que Guyana tiene potencial para convertirse en el cuarto mayor productor de petróleo del mundo y que, para 2040, generará ingresos por $7.5 bn.
Este suceso no es coincidencia, sino el resultado de una estrategia centrada en la apertura a la inversión extranjera para la exploración e infraestructura de la industria del petróleo guyanesa, que deja una importante lección en transformación económica, política y social.
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